Este diseño permitió reducir deliberadamente al máximo el carbono incorporado, gracias a su ahorro extremo de materiales. Se trata de un ejercicio fascinante, pero los resultados finales, aunque impresionantes, son decididamente frágiles. Así, aunque cada taburete tiene una huella ligera de carbono, en la vida real requeriría sustituciones frecuentes, por no mencionar los daños y posibles roturas que habría que reparar.